La rentabilidad es el rendimiento o beneficio que se obtiene al realizar una inversión. Una cifra que se suele expresar en porcentaje y refleja la ganancia o pérdida sobre la cantidad invertida. Por tanto se trata de la capacidad de algo para originar una ganancia o provecho.
Para poder calcular la rentabilidad de una inversión se tiene que dividir el beneficio que se ha conseguido entre el capital que se ha invertido. Esta cifra es útil para comparar el provecho que da determinadas acciones.
Por ejemplo, un negocio es rentable cuando los ingresos que obtiene son mayores a los gastos que genera realizar su actividad. Es decir que la ganancia obtenida es mayor a la inversión o recursos que han sido utilizados para conseguirla. Para medir la rentabilidad de la empresa se pueden diferenciar dos tipos de ratios:
- Rentabilidad financiera (ROE): no tiene en cuenta las inversiones realizadas, solo refleja la ganancia de la empresa obtenida con sus propios recursos o capital. Mide por tanto el beneficio que se genera por la inversión de los empresarios.
- Rentabilidad económica (ROI): trata de conocer los beneficios obtenidos por la empresa al realizar la inversión. Este ratio no tiene en cuenta los gastos que generan los fondos ajenos, es decir los intereses o impuestos.
La rentabilidad es importante no solo para que las empresas puedan determinar el beneficio de su actividad, sino también para los ahorradores que tratan de invertir su dinero y recibir así un beneficio.
Cuando se está pensando en contratar un producto de ahorro, la rentabilidad de los diferentes productos es lo que se debe tomar como referencia. Viene marcada por la TAE de los productos, y refleja el porcentaje de intereses que el ahorrador recibirá de la entidad. Cuanto mayor sea este porcentaje, más dinero obtendrá el ahorrador. Por ejemplo, si en un depósito la rentabilidad o TAE es del 0,75% será más beneficioso que un depósito al 0,5% TAE.