Un bien inmueble es aquel que forma parte del terreno, es decir, que está anclado al suelo tanto en el sentido físico como en el jurídico. Por ello también son conocidos como bienes raíces, es decir, no se pueden separar de la tierra sin que sufran daños. Parcelas, viviendas o edificios son algunos de los ejemplos de bienes inmueble más característicos.
Dentro de la clasificación de este tipo de bienes, se distinguen cuatro divisiones:
- Bienes por naturaleza: Son los que se encuentran inherentes al suelo como, por ejemplo, la tierra.
- Bienes por incorporación: Son bienes incorporados al suelo. Un ejemplo son los edificios.
- Bienes por destino: Refiere a bienes que el propietario del suelo ha situado en un lugar concreto para su uso. Ejemplo de ello son las maquinarias o abonos de cultivo.
- Bienes por analogía: Son las concesiones administrativas de obras públicas y derechos reales sobre el bien inmueble.
También cabe distinguir la diferenciación entre un inmueble rústico y un inmueble urbano. El primero se caracteriza por ser construcciones de carácter agrario situadas en terrenos indispensables para desarrollar actividades agrícolas, ganaderas o forestales. Por su parte, los urbanos se encuentran en zonas urbanizadas donde se localizan casas, edificios y locales. No solo la fachada del edificio se categoriza como un bien inmueble, sino que también lo son puertas y ventanas que forman parte de la estructura de la construcción. Por último, los bienes que se encuentran abandonados o deshabitados son denominados mostrencos. Los bienes inmuebles se inscriben en el Registro de la Propiedad. Son posesiones que cobran especial importancia a la hora de conceder un préstamo hipotecario. En estas situaciones una casa o vivienda en propiedad puede convertirse en un aval.