Los préstamos a largo plazo han sido siempre la opción más deseada por todos los hipotecados. Por lo general, lo más habitual es ver hipotecas con un periodo de amortización máximo de 30 años. Para conseguirlo se establecen una serie de condiciones: tipos de interés más altos, mayores vinculaciones, gran estabilidad financiera… ¿Qué ocurre entonces con un producto tan exclusivo como las hipotecas a 40 años? ¡Te lo contamos!
La edad, primera barrera
Si acabas de cumplir 50 años olvídate de conseguir una hipoteca con un plazo tan largo. La edad suele ser uno de los factores que más tienen en cuenta los bancos para conceder unos periodos de amortización más extensos. Si en el momento de solicitarla se tienen 50 años, incluso 40, acabaríamos de pagarla con 90 u 80 años. Algo que de cara al banco no puede asegurarse, así que en este caso tendremos que mirar otras opciones que se ajusten a nuestras necesidades, pero sabiendo que casi ninguna entidad firmará con nosotros un contrato hipotecario tan largo. Como norma general, este tipo de plazos se suele ofertar a personas más jóvenes o en productos destinados a estos perfiles, como las hipotecas para jóvenes, de forma que la edad al finalizar de pagar la hipoteca no supere los 75 años.
Más plazo, mayores riesgos
Una de las ventajas de contratar una hipoteca a 40 años es que al tener más cuotas serán más bajas, eso sí, la cantidad de intereses que pagaremos también tiende a ser más alta. Por otro lado, cuanto más tiempo tengamos una deuda con el banco, más riesgo existe de que en algún momento dejemos de pagarla. Este es otro de los motivos por los que las entidades miran con lupa el perfil financiero de cada cliente, su trayectoria profesional, si tiene un contrato indefinido…
No obstante, si necesitas una hipoteca con un periodo de amortización lo más largo posible lo mejor es comparar entre todas las opciones que ofrece el mercado o recurrir a los servicios gratuitos de expertos hipotecarios como iAhorro.
